LOS RADIOAFICIONADOS ARGENTINOS, HÉROES ANÓNIMOS DE LA GESTA DE MALVINAS
Desde 1975, de modo similar a lo ocurrido en la II Guerra mundial, la Fuerza Aérea Argentina había adoptado el procedimiento de complementar la cobertura del sistema de detección electrónica, es decir la vigilancia por medio de radares, con redes de observación del aire, conocidas con la sigla (ROA).
En 1978, ante la inminencia con conflicto armado con Chile por las islas Pícton, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle, se requirió la colaboración voluntaria de los radioaficionados, llamándolos a las filas del Comando de Operaciones Aéreas en base a las disposiciones relativas al servicio de la Defensa Civil.
Colegas con capacidad y experiencia como operadores de radio, con sus propios equipos de comunicaciones, fueron desplazados al sur del país para conformar los Puestos de Observadores del Aire (POA), que tenían por misión vigilar el espacio aéreo y alertar sobre la presencia de aviones o desplazamiento de tropas en el terreno. Las novedades debían reportarse a los Centros de Filtraje (CF) del Centro de Información y Control del cual dependían.
Superada esta instancia, prosiguió utilizándose la ROA en distintas ejercitaciones de defensa aérea, incrementándose el número de voluntarios.
Abril de 1982: los radioaficionados convocados para la Gesta de Malvinas
Cuando el Conflicto del Atlántico Sur por la recuperación de las Islas Malvinas, el Comando de Defensa Aérea mantenía activado el mecanismo de convocatoria de radioaficionados. Por ese motivo, cuando le fue solicitado por el Sector de Defensa Malvinas, en pocos días movilizó y trasladó a las islas a 19 radioaficionados pertenecientes al Radio Club Córdoba.
Estos fueron convocados como civiles el día 15 de abril en virtud de los decretos del Poder Ejecutivo Nacional, sujetos a leyes y reglamentos aeronáuticos militares, al no pertenecer ninguno de ellos a los cuadros de la reserva ni poseer jerarquía militar.
Al día siguiente este grupo de voluntarios que no vaciló un solo instante y dio probadas muestras de patriotismo, sacrificio, valor y desinterés, quedó concentrado realizando prácticas de supervivencia y comunicaciones, aguardando el momento de partir.
Salieron del aeropuerto de Pajas Blancas de la capital cordobesa por vía aérea rumbo a Comodoro Rivadavia el día 19 de abril antes del mediodía. Eran los únicos ocupantes del avión que llevaba sus bodegas repletas de municiones. A muchos de ellos fueron sus familiares a despedirlos. Varios eran casados y con hijos pequeños, y sus edades iban de los 30 a los 55 años de edad.
Como no les entregaron uniforme de combate, cada uno llevó la ropa de abrigo que disponía. También sus propias frazadas, velas, linternas, prismáticos, platos, jarros, cubiertos, sevillanas, botiquines y por supuesto sus handys. No faltó el visionario que sugirió comprar unas cuantas petacas de cognac “Tres Plumas”, que fueron disimuladas en los bolsos. Por la tarde, llovía cuando descendieron en Comodoro Rivadavia.
Tras las presentaciones fueron llevados a dependencias de la IX Brigada Aérea, donde se agregó al grupo Norberto Poletti, radioaficionado de Haedo, Buenos Aires, con licencia LU5DLE, quien unos días antes también había sido llamado por la Fuerza Aérea y enviado a Comodoro Rivadavia para cubrir tareas de escucha en el espectro radioeléctrico, al tenerse ya conocimiento que la flota británica se desplazaba hacia Malvinas.
Al anochecer tras una recorrida por el centro comodorense, cenaron todos juntos en un local cercano a la Terminal de ómnibus, y tras pasar la noche en la Brigada, al día siguiente, 20 de abril, fueron embarcados en la gigante bodega de un Hércules, uniendo el continente con Puerto Argentino en dos horas.
En el aeródromo fueron recibidos por el Brigadier Luis Guillermo Castellano, comandante del componente aéreo Malvinas, en momentos que iluminaban tenuemente los rayos del sol sobre la capital isleña.
Se alojaron en el hangar del propio aeródromo, un enorme galpón que también daba albergue a los integrantes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) de la Fuerza Aérea, y donde a su vez se ensamblaban los helicópteros Bell 212, traídos desde el continente parcialmente desarmados en los aviones Hércules.
20 de Abril: fundación del Radio Club Islas Malvinas LU1XZ
Es en ese lugar, a las pocas horas de pisar Malvinas, y mientras aguardaban los destinos para cumplir la misión asignada, el mismo 20 de abril de 1982, decidieron en una reunión fundar el Radio Club Islas Malvinas, contando con la presencia de Lucio Eduardo Mansini LU3EM, quien como Jefe de la Sección Principal de la Secretaría de Comunicaciones (SECOM), junto a otros funcionarios de la Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones (ENCOTEL) había sido enviado a Malvinas a cumplir labores específicas y se hizo presente en dicho lugar.
Fue el propio Mansini quien en una decisión sumaria antes de la firma del acta constitutiva del flamante radio club, le otorgó la señal distintiva LU1XZ. Se agregaron como miembros fundadores algunos oficiales y suboficiales de la Fuerza Aérea, todos radioaficionados con licencia.
Rumbo a los montes de la Isla Soledad
La vida de la flamante entidad fue efímera, ya que tras unas pocas horas de permanencia en el hangar, entre los días 21 y 22 fueron distribuidos los radioaficionados en los montes de la Isla Soledad.
Así quedaron cubiertas las alturas de Monte Low, Eagle Hill, Monte Brisbane, Monte Indian, Bombilla Hill, Monte Kent, Uantioja Corner, Salvador Hill y Monte Harriet, distantes entre sí entre 20 y 30 km y alejados entre 80 y 100 kilómetros de Puerto Argentino.
El compromiso era permanecer en los sitios designados por una semana, en que se producirían los relevos para regresar de inmediato al continente.
El traslado a las alturas de los montes se hizo en los helicópteros Bell que operaban desde el hipódromo donde se había montado el helipuerto, único medio posible para poder llegar a esos lugares donde debían realizar las tareas.
Con una pequeña carpa de alta montaña, bolsas de dormir y provisiones de campaña, se formaron equipos de dos radioaficionados y un soldado clase 63 de la Compañia de Seguridad de la I Brigada Aérea para la defensa de cada puesto. La misión no solo era la observación aérea, sino también brindar detalles sobre posibles movimientos navales y terrestres.
La experiencia y el entrenamiento les permitió estar en el aire enseguida. Todo lo que llevaban eran handys IC2AT de ICOM para operar en VHF y por cada puesto una base y una antena ringo que fue clavada en el suelo con no más de 10 metros de coaxil disimulado entre las piedras. De noche en la carpa se alumbraban con una lamparita conectada a la batería de 110 amperes que disponían como única fuente de energía.
Por estar a buena altura, no tuvieron problemas para establecer contacto permanente con el Centro de Información y Control, instalado en lo que había sido hasta el 2 de abril el Instituto Ionosférico de los Royal Mariners en Puerto Argentino. Allí la central de filtraje de la red estuvo a cargo del Suboficial Mayor Alfredo Ocampo LU1HXV, de quienes dependían los LU, siendo auxiliares el Suboficial Alvaro Portal LU3HFF y el Suboficial Manuel del Pino LU1HFA ya fallecido, todos como radioaficionados militares voluntarios y Carlos Biasotto LU5HGW, uno de los mayores del grupo, también fallecido hace tiempo.
La orden recibida fue muy concreta, cambios cortos e información precisa.
Las situación meteorológica en esa época del año complicó desde el inicio el trabajo, lluvia, nevadas, muy bajas temperaturas con una permanente sensación térmica de 3 a 5 grados bajo cero, y vientos promedio de 70 kilómetros por hora, con ráfagas que llegaban a los 130 kilómetros.
La voladura de carpas y heridos o enfermos con neumonía antes del comienzo de las hostilidades, obligaron a levantar cuatro puestos, y los miembros del ROA que resultaron afectados debieron replegarse a la capital de las Islas Malvinas.
De cualquier forma, fueron unos pocos los que regresaron a Puerto Argentino, en tanto que la mayoría se vieron sorprendidos en los cerros el 1 de mayo, cuando dieron comienzo las hostilidades.
1° de Mayo: los radioaficionados como observadores aéreos en acción.
A la hora 04:40 desde el puesto 1 en Monte Low, donde estaban Carlos Lo Re LU1HR y Enrique Font LU4HY, informan del primer etaque aéreo al aeródromo. Dicen escuchar fuertes explosiones. Puede ser el ruido de un avión grande o varios chicos que se desplazaban con luces de posición.
(Luego se confirmó que el ataque lo protagonizó un avión Vulcan).
A la hora 12:00 desde el puesto 2 en Eagle Hill donde se encontraban Abel Ramírez LU9HBJ y Roberto Parets LU1HGR y el puesto 3 en Monte Brisbane con la guardia de Sergio Ridelnik LU5HLI y Jorge Nágera LU8HJI. dan cuenta que una escuadrilla de reactores evolucionaba sobre ellos realizando una especie de circuito y luego virando hacia el aeródromo. Dichas operaciones se realizaron en varias oportunidades.
(A consecuencia de este ataque recibió impacto directo un hangar con combustibles y víveres que ocupaba la Armada)
A la hora 13:00 desde el puesto ocupado por Eduardo Maleh LU7HEO y Julio Rotea LU3HBR, observan que entre 6 y 8 delfines grandes (buques) estaban cerca de la costa. Desde el puesto 1 se agrega la misma observación y comienza a distinguirse la silueta de fragatas misilísticas que navegaban en zig-zag. Con posterioridad tres se desprendieron del grupo y permanecieron muy juntas, como ancladas cerca del puerto. El resto desapareció de la visual. Al mismo tiempo desde el puesto 1 informan estar viendo un helicóptero, sin acercarse al Monte Low. Poco después desde el mismo lugar anuncian que los tres buques iniciaron un bombardeo al unísono hacia el aeródromo.
(Como saldo quedaron impactos visibles en ambas cabeceras sin dañar la pista, pero fueron alcanzadas aeronaves allí estacionadas, el hangar de mantenimiento y parcialmente destruída la torre de control de vuelos).
Avanza la guerra: los ingleses intensifican las acciones
A los Sea Harrier ingleses se los veía y escuchaba a toda hora, generando un tráfico constante de partes a la Central de Filtrado. Montaban guardia alternándose cada tres horas fuera de la carpa durante toda la noche, ante la sospecha que grupos de elite, con modernos medios visuales para desplazamientos nocturnos pudiesen llegar a sorprenderlos.
Los helicópteros Bell siguieron operando, acercando víveres y agua a los puestos mientras que el contingente que debía reemplazarlos, del ROA de Río Gallegos, debió desistir tras dos fallidos intentos por cruzar el Atlántico, ante el peligro que fuera alcanzado por algún misil el avión que los trasladaba.
Ante los constantes bombardeos y la falta de protección jurídica de los radioaficionados por ser civiles y no estar protegidos por la Convención de Ginebra, con el peligro que ello implicaba en caso de ser tomados prisioneros, a partir del 7 de mayo comenzaron a ser reemplazados por personal militar con la intención de mantener operativos los puestos, lo que ocurrió hasta el final.
De esta forma varios de los radioaficionados cordobeses y Poletti que fue el último en volver a Puerto Argentino, se reencontraron en la planta alta de la que había sido la lujosa residencia del Gobernador Rex Hunt, donde estaba funcionando el Centro de Información y Control.
Regreso parcial al continente
Ya había pasado medio mes desde el inicio de la guerra cuando llegó la orden de regreso al continente. En el viaje hacia el aeródromo en distintos vehículos, pasaron por última vez por el Centro de Filtraje para despedirse, recibiendo la bendición de parte del Padre Pacheco, capellán de Fuerza Aérea
El panorama al llegar al aeródromo resultó desolador, con enormes cráteres en derredor, el edificio seriamente dañado y ocupado con camillas con heridos graves, que debieron ayudar a cargar sobre el piso del Hércules. El avión debió volar tan cerca del agua para no ser detectado por los radares de la flota que las olas mojaban su nariz. El silencio solo se vio interrumpido por los quejidos de los heridos.
La tensión y el temor de ser alcanzados por el fuego inglés, hizo que el cruce fuese interminable. Por suerte cuando ya era noche el Hércules aterrizó en Comodoro Rivadavia. Para el grupo llegó el momento del alivio, para la tripulación, volver a intentar otro cruce arriesgando la vida, como todos esos días mientras se pudo mantener el puente aéreo.
Zampieri y Rotea se negaron a regresar
En ese último viaje faltaron dos radioaficionados: Julio Rotea (LU3HBR) de Villa Carlos Paz ya fallecido y en cuyo recuerdo una plaza del lugar lleva su nombre y licencia de radioaficionado y Terciano Zampieri (LU3HFU) hoy con 78 años, italiano nacionalizado argentino. Cuando los fueron a evacuar, una tarde ya casi sin visibilidad, por radio desde el helicóptero un oficial les dio la orden de abandonar el puesto 7 cerca de Pradera del Ganso. Tenían 2 minutos para embarcar. Rotea y Zampieri se negaron a cumplir la orden y en un gesto heroico y de arrojo decidieron permanecer en el lugar junto a los soldados. Esta decisión permitió no sólo seguir detectando desplazamientos de reactores y palas enemigos, sino también facilitar la evacuación del guardacostas de la Prefectura Naval atacado cerca de Fox Point. Recién avanzado mayo fueron reemplazados por personal militar y evacuados a la Base Condor en Darwin, donde continuaron codo a codo junto a la tropa hasta el amargo día de la rendición, que consiguieron mimetizarse junto a los otros prisioneros,
siendo condecorados al regreso con la medalla al Valor en Combate.
Varios siguen en la radioafición
Ocho de estos radioaficionados, héroes civiles voluntarios de Malvinas siguen activos en nuestra apasionante actividad:
El doctor Ricardo Consigli, abogado, por entonces LU5HDJ y hoy con licencia LU5HD, casi a diario en las bandas de 20 y 40 metros, Eduardo Maleh LU7HEO, jubilado bancario, quien sale todas las tardes en modos digitales, y Terciano Zampieri LU3HFU y Carlos Alberto Lo Re LU1HR, también jubilados y activos en SSB en 40 metros.
También siguen con presencia en la radioafición, Roberto Parets LU1HGR, Jorge Nágera LU8HJI y Sergio Ridelnik LU1HM (en el 82 LU5HLI), y Norberto Poletti LU5DLE desde Haedo, Buenos Aires.
Es importante recordar que en 1998 en un acto realizado en el Radio Club Córdoba, a todos los radioaficionados veteranos de Malvinas que no habían alcanzado por ascenso la categoría Superior, les fue otorgada de oficio por disposición del entonces titular de la C.N.C. Germán Kammerath.
Lamentablemente ya no están entre nosotros el arquitecto Abel Ramírez LU9HBJ, Luis Monti LU1HLM, Raúl Botín LU1HAZ, Carlos Biasotto LU5HGW, Juan Olivier LU4HFZ, Julio Rotea LU3HBR y Erio Díaz, quien falleció el año anterior en Cosquín. .
Los restantes heroes anónimos de Malvinas, que con el tiempo se alejaron de la radioafición pero igualmente merecen el recuerdo y reconocimiento con sus licencias de entonces son Enrique Font LU4HY, Rafael Escuti LU9HCT, Enrique Guevara LU5HLA y Ramón Mansilla LU7HJU.
Los colegas nombrados ofrecieron todo por la patria, desde sus vidas a sus bienes afectivos y personales. No fueron preparados profesionalmente, pero la entrega fue absoluta sin medir riesgos ni pedir recompensas. Por esta razón en enero de 1984 recibieron el Diploma de Reconocimiento “Al Servicio Distinguido en Tiempo de Guerra”, otorgado por la Secretaría de Comunicaciones con las firmas de Lucio Mansini y el director del organismo en ese momento Ricardo Román.
Los radioaficionados, héroes anónimos en la Gesta de Malvinas
Estos radioaficionados no tuvieron en la prensa el espacio que bien se merecieron. La historia muy poco se ocupó de ellos, pese a su heroico y patriótico desempeño. Para muchos argentinos, 31 años después, su actuación en la Gesta aún sigue siendo desconocida.
No fueron los jóvenes soldados, sí fueron unos de los pocos argentinos civiles voluntarios en la zona de operaciones bélicas, con sus cuerpos al alcance del fuego de la metralla enemiga.
Como radioaficionados debemos sentirnos orgullosos y con la obligación, a pesar que ya han pasado tres décadas, de difundir esta proeza y procurar que nunca se olvide semejante entrega.
Será el mejor ejemplo para esta generación de argentinos, que por suerte no le tocó vivir el horror de una guerra, pero lamentablemente con tan pocos modelos a imitar.
También para aquellos que por ignorancia, soberbia, envidia o inferioridad, han pretendido destruir parte de los ideales, de la grandeza, de la heroicidad de estos valientes hombres que dieron todo por su patria.
Y no sería justo que en este homenaje no se recuerde y reconozca también a los cientos de radioaficionados argentinos, de todos los rincones el país, que en aquellos días, convocados por la entonces Secretaría de Comunicaciones dejaron de lado todas sus obligaciones. Estuvieron junto a la radio día y noche en forma organizada, barriendo permanentemente las bandas en procura de alguna señal o mensaje de la fuerza de tareas colonialista en otra palpable demostración de la importancia de los radioaficionados en estas circunstancias, al servicio de la Defensa Nacional.
por Carlos Almirón LU7DSY
Corresponsal Militar Veterano de Malvinas
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